No es una escritora cualquiera, Clarice Lispector empezó de a poco y se hizo muy popular en todo Brasil gracias a sus relatos. Una mujer trabajadora que tuvo vida de princesa en Europa y Estados Unidos y no le gustó (le dio náusea, la aburrió, se sintió sapo de otro pozo –o ranita–), que volvió a su tierra querida y siguió trabajando, y hasta escribió libros para chicas y chicos (niñas y niños, como decía ella) donde los protagonistas son una gallina, o un conejo pensante, o un perro loco que come cigarrillos...
Esta brasileña se consideraba una “antiescritora” porque no le gustaban las estructuras, ni lo académico, ni las reglas, porque escribía donde y como podía: en papelitos, servilletas o con la máquina de escribir sobre la falda, mientras sus hijos corrían y ella atendía el teléfono y los ayudaba con las tareas.